El concepto de civismo, tal como lo conocemos actualmente, ha evolucionado a lo largo de los siglos. Esta evolución no es un fenómeno aislado, sino que refleja cambios sociales, culturales y políticos significativos que han transformado el comportamiento y la sensibilidad humana. El término “civilité” alcanzó su significado en la sociedad occidental durante el siglo XVI, cuando la sociedad caballeresca y la unidad de la Iglesia Católica empezaron a declinar. Durante este período y hasta el siglo XVII, se estableció una jerarquía social fija, resaltando la importancia de los buenos modales y las presiones y controles sociales necesarios para mantenerse o aspirar a la clase social más favorecida. En este contexto, el código de comportamiento se volvió cada vez más estricto y rígido, moldeando la sensibilidad hacia lo permitido y lo no permitido (Elias, 2015).
Este proceso de codificación de las normas sociales y de comportamiento se aceleró con la publicación de libros y manuales de etiqueta que detallaban cómo debía comportarse una persona educada. Estos textos no solo describían los comportamientos aceptables, sino que también reflejaban los valores y prioridades de la sociedad de su tiempo. Así, el comportamiento civilizado se asociaba con la cortesía, la moderación y el autocontrol, virtudes que eran consideradas esenciales para la vida en sociedad.
Urbanización y Cambios en el Civismo
A medida que las sociedades europeas se urbanizaban y se hacían más complejas, las normas de civismo también se adaptaban a las nuevas realidades sociales. La Revolución Industrial y el crecimiento de las ciudades trajeron consigo nuevos desafíos y oportunidades para la interacción social. En estos entornos, el civismo se convirtió en un mecanismo crucial para gestionar la convivencia en espacios cada vez más poblados y diversos. La urbanización exigió una mayor regulación de las conductas públicas y un énfasis en la responsabilidad individual y colectiva.
Definición y Impacto del Civismo en la Sociedad Moderna
En la actualidad, el civismo se entiende como un conjunto de comportamientos éticos que incluyen la cortesía, los buenos modales, la buena ciudadanía y la preocupación por el bienestar de las personas en la comunidad (Forni, 2002). Este concepto ha trascendido su origen histórico para abarcar una amplia gama de prácticas y actitudes que son fundamentales para la cohesión social y el funcionamiento democrático.
Por otro lado, las conductas incívicas, que representan la ausencia de estos comportamientos éticos, son percibidas como factores de estrés y detrimento de la calidad de vida en las ciudades modernas (Robin, Matheau-Police & Couty, 2007). La investigación ha demostrado que incluso los comportamientos incívicos leves pueden escalar en gravedad, contribuyendo a un entorno social más hostil y menos cooperativo (Pearson & Porath, 2005).
A diferencia de los actos delictivos, las conductas incívicas no suelen ser lo suficientemente graves como para requerir intervención policial o ser motivo de sanciones sistemáticas (Chaurand & Brauer, 2008). Sin embargo, su impacto acumulativo puede ser significativo, afectando la percepción de seguridad y bienestar en la comunidad. Estudios han mostrado que el incivismo percibido correlaciona con el miedo al crimen y con el temor por la seguridad personal (Rountree & Land, 1996).
El Civismo como Pilar de la Convivencia Social
El civismo, entonces, no es solo un conjunto de normas y comportamientos individuales, sino también una manifestación de la capacidad de una sociedad para regularse a sí misma y fomentar un entorno de respeto mutuo y cooperación. A medida que nuestras sociedades continúan evolucionando, la importancia del civismo como fundamento de la convivencia pacífica y la cohesión social se vuelve cada vez más evidente.
La Socialización y la Interiorización del Civismo
El civismo se puede entender como el producto de la socialización y la interiorización de normas que promueven la convivencia pacífica y respetuosa. Haslam (2006) lo considera una característica exclusivamente humana, íntimamente relacionada con el refinamiento, la racionalidad y la madurez. La socialización juega un papel crucial en la formación de comportamientos cívicos, ya que a través de ella los individuos aprenden las normas y valores que rigen la convivencia pacífica y respetuosa en la sociedad.
El Civismo y su Relación con la Percepción de Seguridad y la Interacción Social
Rountree y Land (1996), citados por Phillips y Smith (2006), encontraron que el incivismo percibido correlaciona con el miedo al crimen en general y el temor por la seguridad personal en particular. Este hallazgo destaca cómo las conductas incívicas, aunque no necesariamente delictivas, pueden contribuir a una sensación general de inseguridad. Phillips y Smith (2006) argumentan que es necesario considerar el papel de la interacción social en el estudio del incivismo, más allá del ámbito de la criminología. Estos autores llevaron a cabo el primer estudio empírico a gran escala sobre la conducta incívica (Phillips & Smith, 2003), concluyendo que existen dos tipos principales de comportamientos incívicos: los verbales y los físicos.
Los comportamientos incívicos verbales incluyen maldecir, jurar y hacer comentarios sexistas, mientras que los físicos abarcan la conducción agresiva y egoísta, saltarse la cola y tirar basura en la calle. Estos comportamientos fueron los más mencionados por los participantes del estudio y se consideraron representaciones claras de la falta de cortesía y modales.
Influencia de los Observadores en la Conducta Incívica
La percepción y la reacción de los observadores ante las conductas incívicas desempeñan un papel crucial en la regulación del comportamiento social. Estudios han demostrado que la edad, el contexto social y las normas culturales de los observadores pueden influir significativamente en cómo se interpretan y responden las conductas incívicas. A mayor edad, los observadores tienden a ejercer más control social informal, lo que puede disuadir comportamientos indeseables y fomentar un entorno más respetuoso y cooperativo. Además, la respuesta de los observadores puede variar dependiendo de la identidad del agente de la conducta, sugiriendo que las normas sociales y las expectativas de comportamiento están profundamente interrelacionadas con las características demográficas y sociales de quienes presencian el acto incívico.
Influencia de la Edad en el Comportamiento Cívico y su Percepción
La edad puede influir significativamente en cómo se perciben y se actúan las conductas cívicas e incívicas. Por ejemplo, estudios han indicado que los comportamientos cívicos tienden a aumentar en los primeros años de vida, estabilizarse en la edad adulta y declinar en la vejez. Sin embargo, estos patrones pueden variar según el contexto y la experiencia individual. Las personas mayores, que han vivido más tiempo bajo ciertas normas sociales, pueden tener expectativas diferentes sobre el comportamiento adecuado en comparación con los jóvenes. Esta diferencia en percepciones también puede influir en cómo se responden a las conductas incívicas.
Phillips y Smith (2003) encontraron que las personas de mediana edad y los mayores son considerados los agentes más probables de las conductas incívicas. De manera similar, otros estudios han concluido que el civismo aumenta en los primeros años de vida, se estabiliza en la edad adulta y declina en la vejez (Kirkwood, Bond, May, McKeith, & Teh, 2008, citado por Kasanzew, López Pell, Brasca, Legé, & Casabianca, 2010). Sin embargo, Ferriss (2002), utilizando una escala creada en 1996 a partir de los ítems de la Encuesta Social General (GSS) y centrándose en el civismo a nivel interpersonal, halló que este aumenta con la edad, condicionado por la experiencia de interacción y las normas sociales.
Considerar el civismo como una característica únicamente humana, correlacionada con la madurez (Haslam, 2006), es congruente con estos últimos resultados. Bengtson y Kuypers (1971) señalaron que los jóvenes ejercen presión para minimizar los controles externos, mientras que los mayores presionan para lo contrario, es decir, para mantener el control sobre los jóvenes. Esto conecta con los resultados encontrados por Brauer y Chaurand (2010) sobre el control social informal ejercido ante conductas incívicas.
Estudio sobre el Control Social Informal
En su estudio, Brauer y Chaurand (2010) trabajaron con muestras de ocho países, donde la media de edad de los participantes estaba comprendida entre los 20.8 años (DT=3.2) y los 39.2 años (DT=13.6). A los participantes se les presentó una lista de 46 conductas, incluyendo comportamientos incívicos como «tirar un Kleenex usado cerca de un contenedor de basura» realizadas por un hombre joven de 20 años. Los participantes debían responder a tres preguntas sobre lo desviado y frecuente de la conducta incívica, así como la medida en la que ejercerían control social informal. Los resultados mostraron que, a mayor edad del participante, mayor era la probabilidad de ejercer control social ante conductas incívicas.
La Edad como Variable en la Percepción del Civismo
Las investigaciones analizadas indican que la edad es una variable importante que condiciona tanto el comportamiento cívico como la percepción de conductas cívicas e incívicas. El objetivo de la primera investigación de este trabajo es analizar la percepción que los mayores tienen de un amplio rango de conductas cívicas e incívicas en varias dimensiones relevantes (valencia, frecuencia, repercusión social, reprobación social, humanidad y civismo).
No obstante, es posible que la edad no solo influya en la percepción diferencial de las conductas cívicas e incívicas, sino que también la edad del “agente de la conducta” influya en la percepción de gravedad o reprobación de su comportamiento. Hart y Morry (1997) afirman que “el mismo comportamiento realizado por personas de diferentes características sociales o de diferentes orígenes culturales es probable que sea interpretado con un significado diferente” (p. 34). En este sentido, Przygotzki y Mullet (1997), en el ámbito de las conductas inmorales, encontraron que se atribuía más culpa al agente de la conducta cuando era una joven adulta que cuando era una niña o una anciana. El efecto de la intencionalidad de la conducta sobre la atribución de culpa también fue mayor cuando era una joven adulta quien realizaba la conducta. Además, las participantes jóvenes adultas y las ancianas evaluaron con mayor dureza al agente de la conducta inmoral cuando la víctima pertenecía a sus respectivos endogrupos.
Conclusión
La evolución del concepto de civismo a lo largo de los siglos refleja cambios profundos en las estructuras sociales, culturales y políticas que han moldeado el comportamiento y la sensibilidad humana. Desde sus orígenes en el siglo XVI, el civismo ha sido un mecanismo esencial para regular la convivencia y promover un ambiente de respeto mutuo. En la sociedad contemporánea, el civismo se manifiesta a través de comportamientos éticos como la cortesía, los buenos modales y la preocupación por el bienestar comunitario, esenciales para la cohesión social y el funcionamiento democrático.
Los observadores juegan un papel crucial en la regulación del comportamiento social. La percepción y reacción de los observadores ante las conductas incívicas pueden disuadir comportamientos indeseables y fomentar un entorno más respetuoso y cooperativo. Estudios han demostrado que factores como la edad, el contexto social y las normas culturales influyen significativamente en cómo los observadores interpretan y responden a las conductas incívicas. Por ejemplo, a mayor edad, los observadores tienden a ejercer más control social informal, lo que puede ser un factor disuasorio importante contra el incivismo. La identidad del agente de la conducta también afecta la respuesta de los observadores, sugiriendo que las normas sociales y las expectativas de comportamiento están profundamente interrelacionadas con las características demográficas y sociales de quienes presencian el acto incívico.
Además de los observadores, la autoridad desempeña un papel vital en la promoción del civismo. Aunque las conductas incívicas no suelen ser lo suficientemente graves como para requerir intervención policial, la presencia y acción de la autoridad pueden actuar como disuasivos poderosos. Las autoridades deben establecer y mantener normas de comportamiento que promuevan el respeto y la cooperación. La implementación de políticas públicas efectivas que fomenten el civismo y sancionen el incivismo de manera proporcional es crucial para mantener la cohesión social. La colaboración entre observadores y autoridades es esencial para abordar el incivismo de manera integral, combinando el control social informal con la autoridad formal para fomentar un entorno de convivencia respetuosa y cooperativa. Entender y promover el civismo a través de la educación, la regulación y la participación comunitaria es vital para construir sociedades más armoniosas y resilientes.
Referencias
Yánez Pérez, R. (2019). La influencia de la edad en la percepción del civismo (Trabajo de Fin de Grado, Facultad de Psicología y Logopedia, Universidad de La Laguna). Tutores: R. Rodríguez Torres & A. Rodríguez Pérez.