LAS NECESIDADES SOCIALES, EL BIENESTAR Y LOS SERVICIOS SOCIALES

VERSIÓN 1.0

LA TRANSFORMACIÓN DE LAS NECESIDADES ANTE EL CAMBIO SOCIAL

A lo largo de la historia, la aspiración de satisfacer las necesidades humanas ha sido una constante. Sin embargo, la naturaleza específica de estas necesidades y cómo las interpretamos es influenciada por la sociedad en la que vivimos y nuestra percepción del desarrollo humano. Como señala Ballester Brage (1999), cada sociedad y nuestra perspectiva sobre el ser humano proporcionan un contexto único en el que interpretar estas necesidades.

Expresado de manera diferente, mientras que las necesidades humanas fundamentales han permanecido constantes a lo largo del tiempo, los métodos y recursos que empleamos para satisfacerlas han evolucionado (S. Kehl, 1991). Esta evolución está arraigada en las distintas concepciones que hemos desarrollado sobre la naturaleza humana a lo largo de los últimos dos siglos. Estas aproximaciones reflejan nuestra comprensión y adaptación a las circunstancias cambiantes de nuestro entorno y la sociedad en la que vivimos.

El ser humano: un individuo que persigue de forma racional la consecución de sus propios intereses o un actor social dispuesto a la interacción constructiva

La interpretación y comprensión de las necesidades humanas y su origen ha sido objeto de debate durante siglos, con múltiples teorías y enfoques que intentan explicar la naturaleza humana. Dos perspectivas predominantes han emergido a lo largo del tiempo.

Una de ellas se basa en una visión más individualista y competitiva del ser humano. Esta perspectiva, ejemplificada por la teoría evolucionista de Darwin y la visión hobbesiana del hombre como un ser inherentemente conflictivo -resumido en la famosa frase «el hombre es un lobo para el hombre»-, argumenta que los individuos actúan predominantemente en función de sus propios intereses, persiguiendo la maximización de sus beneficios. En esta línea se sitúa la Teoría de la Elección Racional, que sostiene que las personas actúan de manera lógica y estratégica para alcanzar sus objetivos personales. Este enfoque ha sido defendido y ampliado por teóricos contemporáneos como Olson, Nozick, Elster, Buchanan y Tullock, entre otros.

La contraparte de esta perspectiva es una visión más altruista y cooperativa del ser humano. Según este enfoque, las personas tienen un potencial inherente para la autorrealización y la colaboración constructiva. Rousseau, por ejemplo, sostenía que los seres humanos nacen inherentemente buenos y es la sociedad la que los corrompe. Teóricos contemporáneos como Forsé y Bajoit han continuado en esta línea, argumentando que las personas tienen la capacidad de superar las adversidades y trabajar juntas para el bien común.

Sin embargo, si se adopta una perspectiva extrema de cualquiera de estas teorías, se corre el riesgo de simplificar en exceso la compleja naturaleza humana. Una visión puramente individualista podría llevar a políticas que dejen de lado las intervenciones sociales necesarias, atribuyendo toda la responsabilidad del bienestar al individuo. Por otro lado, una visión demasiado optimista podría subestimar los desafíos y conflictos inherentes a la sociedad.

Por lo tanto, es esencial que los teóricos, investigadores y políticos aborden la naturaleza humana y sus necesidades con una mente abierta y equilibrada, considerando las contribuciones y limitaciones de ambas perspectivas.

La complejidad de la naturaleza humana y de sus necesidades: el protagonismo de las políticas de acción social

La interpretación de la naturaleza humana y sus necesidades es una cuestión compleja, intrincada en las diversas facetas de la individualidad que no encajan fácilmente dentro de las concepciones teóricas tradicionales. El arquetipo del individuo racional, propio de la modernidad, parece insuficiente al ser confrontado con visiones más matizadas y profundas, como las que presenta Freud y otros teóricos contemporáneos. De hecho, recientes propuestas, como la teoría relacional de la sociedad propuesta por Pierpaolo Donati (1992), ofrecen una visión del ser humano no como una entidad aislada, sino como un ser interrelacionado, donde razón y emoción coexisten en un equilibrio delicado.

Las necesidades humanas, bajo esta lente, se perciben como fenómenos complejos. No son simplemente impulsos biológicos, sino que son continuamente redefinidas y reinterpretadas por el contexto cultural en el que las personas se desarrollan. Ballester Brage (1999) argumenta que estas necesidades deben ser entendidas como necesidades sociales, que requieren respuestas no solo individuales sino colectivas y estructuradas. En este marco, la intervención pública se vuelve central, ya que es fundamental para abordar estas necesidades en toda su complejidad.

Desde esta óptica, la elaboración de políticas sociales se convierte en una herramienta esencial. Dado el carácter social de las necesidades, la respuesta a estas no puede ser aislada, sino que debe ser colectiva y, preferentemente, articulada a través de la acción pública. Esto no excluye a otros actores sociales; por el contrario, su participación se vuelve esencial. Sin embargo, es crucial que su intervención se sitúe dentro de un marco político público que proporcione coherencia y dirección a todos los involucrados, abarcando todos los ámbitos del bienestar social.

Con esta comprensión de fondo, es vital profundizar en diferentes enfoques teóricos sobre las necesidades. También es esencial entender cómo estas necesidades evolucionan en la sociedad contemporánea y identificar a los actores responsables de atenderlas. En última instancia, es un viaje hacia una mejor comprensión de la humanidad y cómo responder a sus desafíos más fundamentales.

Aproximación teórica a las necesidades

La conceptualización de la naturaleza humana, junto con la percepción de las necesidades intrínsecas al ser humano, es profundamente influenciada por la cosmovisión predominante en cada época. En el contexto actual, como destaca Roldán García (2001), la comprensión de la necesidad humana se halla fuertemente condicionada por la ideología capitalista del libre mercado. Esta visión prioriza la promoción de deseos individuales, alimentando así la demanda y el consumo. Como resultado, se produce una desviación significativa de la perspectiva más colectiva y social de las necesidades. Esta visión a menudo ignora o minimiza las situaciones de carencia o privación que enfrentan ciertos segmentos de la población, que quedan marginados o excluidos de este modelo orientado hacia el consumo.

Esta primacía del mercado ha llevado a que la definición de lo que es «necesario» para el individuo se base más en lo que es deseable o comercializable, y menos en lo que es esencial para el bienestar y desarrollo humano integral. Por lo tanto, la «necesidad» ha sido redefinida, en gran medida, por las fuerzas del mercado, dejando a un lado consideraciones más amplias relacionadas con la equidad, la justicia social y el bienestar colectivo.

Dada esta complejidad, existen diversas aproximaciones teóricas que buscan entender y abordar la cuestión de las necesidades humanas. Algunas de estas teorías ponen el énfasis en el aspecto social y colectivo, mientras que otras pueden enfocarse más en el individuo y su autonomía. Lo que es claro es que cualquier estudio sobre las necesidades humanas no puede aislarse de las fuerzas sociopolíticas y económicas que moldean nuestra comprensión y respuesta a esas necesidades.

Por lo tanto, es crucial explorar diferentes perspectivas teóricas para obtener una visión holística de las necesidades humanas y, en consecuencia, formular estrategias y políticas más eficaces y equitativas para abordarlas. Estudiar estos enfoques es una tarea esencial si queremos construir sociedades más justas y resilientes, donde las necesidades de todos sean reconocidas y atendidas.

Las aportaciones de Maslow

Maslow es un pionero en la formulación de una teoría estructurada sobre las necesidades humanas. Propone un sistema jerárquico, postulando que las necesidades inferiores deben ser satisfechas antes de que se puedan reconocer y abordar las superiores. La jerarquía de Maslow (1963) es un marco crucial para entender la motivación humana y el comportamiento, y ofrece insights valiosos sobre cómo se pueden abordar las necesidades humanas a nivel individual y social.

  1. La Eterna Búsqueda Humana: Maslow sugiere que los seres humanos están en una búsqueda constante para satisfacer sus necesidades. Este proceso es continuo y dinámico; una vez que una necesidad está satisfecha, surge otra. Los seres humanos, por naturaleza, siempre querrán más, y este deseo incesante impulsa su comportamiento.
  2. Jerarquía de Necesidades: Las necesidades se organizan en una estructura jerárquica, empezando por las necesidades básicas o fundamentales. Solo cuando estas necesidades básicas están satisfechas, las necesidades superiores, como la autoestima y la autorrealización, se vuelven prominentes.
  3. Necesidades Básicas:
    • Fisiológicas: Estas necesidades son fundamentales y se relacionan con la supervivencia. Incluyen necesidades como alimento, agua, refugio y sueño.
    • Seguridad: Las personas buscan estabilidad, seguridad y protección contra los peligros y amenazas.
    • Pertenencia y Amor: Los seres humanos tienen una necesidad intrínseca de relaciones interpersonales, amor, amistad y un sentido de pertenencia.
    • Estima: Esto se refiere a la necesidad de respeto, reconocimiento y aprecio, tanto de uno mismo como de los demás.
  4. Meta-Necesidades: Maslow identifica un conjunto de necesidades superiores relacionadas con la autorrealización y la realización del potencial humano. Estas necesidades no son jerárquicas entre sí y están más asociadas con la realización espiritual y personal.
  5. Contexto Cultural: Maslow reconoce que, aunque las necesidades son universales, la forma en que se manifiestan y se satisfacen está profundamente influenciada por el contexto cultural. La cultura juega un papel crucial en determinar cómo los individuos reconocen, interpretan y buscan satisfacer sus necesidades.

El trabajo de Maslow resalta la complejidad y la multidimensionalidad de las necesidades humanas. La satisfacción de estas necesidades no es un proceso lineal, sino uno dinámico y recursivo, donde la satisfacción de una necesidad puede revelar o crear otra. Este marco no solo es aplicable a nivel individual, sino que

Aplicación de la Teoría de Maslow en una Organización Empresarial:

Supongamos que hay una empresa llamada «TechSolutions» que está experimentando problemas de retención de empleados y desea abordar este problema utilizando la teoría de la jerarquía de necesidades de Maslow.

  1. Necesidades Fisiológicas:
    • Acción de TechSolutions: Garantiza que todos los empleados reciban un salario justo y competitivo, lo que les permite cubrir sus necesidades básicas como vivienda, alimentación y transporte. Además, proporciona un ambiente de trabajo cómodo con pausas regulares para que los empleados descansen, tomen agua y coman.
  2. Necesidades de Seguridad:
    • Acción de TechSolutions: Ofrece contratos laborales estables y proporciona un entorno de trabajo seguro, con protocolos claros de seguridad y salud ocupacional. Además, instaura programas de seguro médico y beneficios de jubilación para sus empleados.
  3. Necesidades de Pertenencia y Amor:
    • Acción de TechSolutions: Promueve un ambiente de trabajo colaborativo y fomenta la formación de equipos. Organiza eventos sociales y actividades team building para que los empleados interactúen y construyan relaciones más allá del trabajo. Se asegura de que los nuevos empleados sean bienvenidos e integrados adecuadamente.
  4. Necesidades de Estima:
    • Acción de TechSolutions: Implementa programas de reconocimiento para destacar y recompensar el trabajo sobresaliente. Ofrece oportunidades de desarrollo profesional y promoción. Proporciona feedback regular y constructivo, asegurando que los empleados se sientan valorados y reconocidos.
  5. Necesidades de Autorrealización:
    • Acción de TechSolutions: Facilita oportunidades de formación y aprendizaje continuo, permitiendo a los empleados mejorar y adquirir nuevas habilidades. Fomenta un ambiente donde los empleados puedan tomar iniciativas y trabajar en proyectos que les apasionen.

Con el tiempo, TechSolutions observa una disminución en la rotación de empleados y un aumento en la satisfacción y el compromiso de los empleados. Al abordar las necesidades en diferentes niveles de la jerarquía, la empresa ha creado un ambiente en el que los empleados se sienten valorados, seguros y motivados para alcanzar su máximo potencial.

Pirámide de Maslow, o jerarquía de las necesidades humanas.
Principales críticas al diseño de Maslow: las aportaciones de Doyal y Gough

El trabajo de Maslow en la jerarquía de necesidades se ha convertido en una piedra angular en el estudio de la motivación humana. Sin embargo, no está exento de críticas. Doyal y Gough (1994) presentan una revisión profunda y crítica de la teoría de Maslow, planteando problemas inherentes y proponiendo una interpretación alternativa de las necesidades humanas.

  1. Ambigüedad y Superposición de Necesidades: Doyal y Gough argumentan que Maslow no es exhaustivo en su clasificación de necesidades, lo que implica que hay una falta de claridad y una superposición en cómo se categorizan y priorizan las necesidades. Cuestionan la rigidez y la secuencialidad de la jerarquía de Maslow, sugiriendo que en la realidad, las necesidades pueden no seguir un orden establecido y pueden coexistir o interconectarse.
  2. Necesidades vs Motivaciones: Critican la tendencia de Maslow a equiparar necesidades con motivaciones o impulsos. Doyal y Gough enfatizan que las necesidades son objetivas y fundamentales para el bienestar humano, mientras que las motivaciones pueden ser subjetivas y varían según los individuos y las circunstancias.
  3. Enfoque Social y Contextual de las Necesidades: Proponen un enfoque que reconoce la influencia del entorno social en la identificación y satisfacción de las necesidades. Argumentan que las necesidades son socialmente definidas y deben ser comprendidas en el contexto de las condiciones culturales y sociales específicas.
  4. Autonomía y Supervivencia como Necesidades Fundamentales: Doyal y Gough identifican la autonomía personal y la supervivencia física como necesidades humanas elementales. Estas necesidades son precondiciones para que los individuos puedan participar efectivamente en cualquier forma de vida cultural.
  5. Condiciones Sociales para la Satisfacción de Necesidades: Subrayan la necesidad de condiciones sociales específicas que permitan la satisfacción de las necesidades humanas. Esto incluye la producción suficiente de satisfactores de necesidades, la reproducción biológica y social, la transmisión de aptitudes y valores necesarios, y la institución de sistemas de autoridad que garanticen el respeto de las reglas que facilitan la satisfacción de las necesidades.

La crítica y las aportaciones de Doyal y Gough a la teoría de Maslow tienen implicaciones profundas en cómo entendemos y abordamos las necesidades humanas en contextos sociales, económicos y políticos específicos. Invitan a una reconsideración de las teorías de necesidades en términos de su objetividad, su relación con el contexto social y cultural, y la identificación de condiciones que facilitan o inhiben su satisfacción.

En el contexto de la sociedad post-industrial, estas críticas y aportaciones invitan a una reflexión más profunda sobre cómo las transformaciones sociales y económicas afectan la naturaleza y la satisfacción de las necesidades humanas, y cómo se pueden identificar y abordar las desventajas específicas que enfrentan ciertos grupos dentro de la sociedad.

La sociedad de consumo y la creación de las necesidades

Desde la perspectiva de la economía clásica, el consumo se define como el acto de adquirir bienes que han sido valorizados y monetizados al introducirse en el mercado. Estos bienes, destinados a satisfacer las necesidades materiales fundamentales de los individuos, como alimentación, vestimenta y vivienda, constituyen los cimientos del bienestar humano.

No obstante, esta concepción tradicional ha experimentado una transformación en la era contemporánea, especialmente en el contexto de las sociedades postindustriales. Pérez Tornero destaca un fenómeno dual que caracteriza esta transición:

  1. La Evolución de las Necesidades: En las sociedades avanzadas, la atención a las necesidades básicas ha disminuido, dado que se consideran generalmente satisfechas. Como resultado, surge un enfoque creciente en las «necesidades secundarias», aquellas que están imbuidas de significado simbólico, vinculadas a la autoestima y la identidad personal. Este cambio en el foco de atención exige una reevaluación de las políticas sociales, orientando los esfuerzos hacia la integración de la diversidad cultural, la promoción del voluntariado, y el fomento de un desarrollo más sostenible.
  2. La Emergencia del Consumo Simbólico: Los recursos y energías que anteriormente se dedicaban a satisfacer necesidades básicas, ahora se enfocan en infundir significados simbólicos a los objetos de consumo. Un automóvil, por ejemplo, ya no se valora únicamente por su funcionalidad de transporte, sino también como un signo de estatus y prestigio.

Esta dinámica refleja la teoría de Maslow sobre la jerarquía de necesidades: una vez que se satisfacen las necesidades básicas, emergen necesidades de orden superior. El Estado de Bienestar, por lo tanto, se enfrenta al desafío de atender demandas más complejas y diversificadas.

La creciente priorización del consumo simbólico no debe eclipsar la persistencia de desigualdades significativas. Sectores marginados de la sociedad continúan luchando por acceder a necesidades básicas, creando un abismo entre ellos y aquellos inmersos en la búsqueda de la autorrealización.

Marcuse enfatiza la distinción entre «falsas necesidades», aquellas que son producto de la socialización y la influencia mediática, y las necesidades vitales, cuya satisfacción es fundamental para el desarrollo humano integral.

En este contexto, es imperativo que las políticas sociales mantengan un enfoque equilibrado. Aunque es necesario reconocer y atender las necesidades emergentes, también es crucial no pasar por alto las carencias persistentes en necesidades fundamentales. La implementación de servicios sociales robustos y especializados es esencial para mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables, cuya prevalencia, lamentablemente, sigue en aumento en nuestras sociedades modernas.

Los excluidos en las sociedades de servicios

Las sociedades desarrolladas han atravesado, especialmente en la segunda mitad del siglo XX, transformaciones significativas. La globalización, el auge tecnológico y la revolución informativa han forjado cambios a veces inesperados en su estructura social. Tezanos (1992) subraya varios elementos clave en este nuevo orden:

  1. Disminución de la población activa en la industria, afectando la identidad política de la clase obrera.
  2. Crecimiento del desempleo, provocado por conflictos entre el desarrollo económico y el consumo.
  3. Una tendencia a reducir el apoyo social, afectando principalmente a grupos vulnerables como desempleados, jubilados y marginados.
  4. Aumento del desempleo estructural de larga duración y la aparición de «infraclases».

Este panorama social presenta una dualidad: por un lado, una expansión de las clases medias, y por otro, un segmento creciente compuesto por desempleados, marginados y jubilados.

En este contexto, los sistemas de bienestar tradicionales se enfrentan a nuevos «Estados del malestar». Grupos como jóvenes, mujeres, ancianos y minorías, tradicionalmente considerados «diferentes», enfrentan desafíos singulares (Rosanvallon, 1997). Según Enrique Gil Calvo, la marginación se podría entender como una «integración social incompleta», donde los individuos carecen de ciertos requisitos considerados esenciales para ser ciudadanos plenamente integrados. Estos incluyen:

  1. Tener un empleo estable y bien remunerado.
  2. Poseer responsabilidades familiares y un hogar propio.
  3. Acumular bienes en propiedad.
  4. Participar activamente en la vida pública.

No todos los individuos cumplen con estos criterios, lo que subraya la necesidad de políticas sociales y sistemas de servicios que atiendan a estos grupos. Las administraciones públicas, incluyendo la española, deben satisfacer las demandas de grupos en crecimiento, como los ancianos, mujeres y jóvenes. Además, se deben considerar grupos emergentes como:

  • Inmigrantes: España se ha convertido en un destino preferido para personas de regiones como el Magreb y África Sub-sahariana. Estos inmigrantes, a menudo indocumentados, enfrentan barreras en el acceso a servicios y prestaciones.
  • Personas afectadas por toxicomanías, el SIDA: Estas problemáticas generan retos adicionales, como la desintegración familiar y problemas de salud, que requieren respuestas urgentes.

Es esencial diseñar políticas sociales flexibles y dinámicas, capaces de adaptarse a una realidad en constante evolución.

LA RESPUESTA A LAS NECESIDADES

Dada la diversidad de demandas y necesidades en las sociedades, siempre se han buscado formas de abordarlas. En su obra «Introducción a los Servicios Sociales», Casado y Guillén (1994) resumen las respuestas ante estas necesidades sociales en tres perspectivas principales que examinaremos a continuación.

Primera respuesta: el intervencionismo negativo

Una de las respuestas primordiales es la que Casado y Guillén describen como «intervencionismo negativo». Esta respuesta se enfoca en intentar erradicar el problema derivado de ciertas necesidades, optando por ignorar o marginar al individuo que las presenta. En otras palabras, busca eliminar las complicaciones que una necesidad particular pueda crear en la sociedad, mediante la represión o el ocultamiento de dicha necesidad.

Históricamente, se han implementado prohibiciones o restricciones para evitar la manifestación pública de ciertas necesidades, con el objetivo de que estas no adquieran relevancia. Un claro ejemplo de esto es la manera en que se ha abordado la mendicidad y el problema de la pobreza a lo largo del tiempo. Ritter (1991:145-146) señala que, por siglos, se han establecido limitaciones en términos de quiénes, dónde y cuándo se podía pedir limosna. Esta tendencia persiste hoy en día, en gran medida debido a conflictos de intereses entre diferentes sectores de la sociedad. Un ejemplo común es el conflicto entre los intereses económicos de las zonas comerciales y la presencia de mendigos en esas áreas.

Casado y Guillén también resaltan ejemplos contemporáneos como las restricciones en la entrada de inmigrantes o refugiados políticos, prácticas que son comunes en muchos países. De esta manera, en ocasiones, el intervencionismo negativo emerge como la respuesta inicial ante situaciones o comportamientos que rompen con lo tradicional o lo establecido.

El régimen franquista en España (1939-1975) proporciona otro ejemplo de intervencionismo negativo, aunque con características distintas a las del régimen nazi. Durante la dictadura de Francisco Franco, España experimentó una represión sistemática de ciertas identidades, culturas, lenguas y opiniones políticas que no estaban alineadas con la ideología del régimen.

  1. Represión Política: Después de ganar la Guerra Civil Española (1936-1939), el régimen de Franco persiguió, encarceló, ejecutó y reprimió a aquellos que habían apoyado o simpatizado con la República, incluidos comunistas, anarquistas, socialistas y otros grupos de izquierdas. Se estima que miles de personas fueron ejecutadas en los años posteriores a la guerra.
  2. Censura y Control de la Información: El franquismo estableció una estricta censura en los medios de comunicación. Libros, películas, canciones y otros medios fueron censurados o prohibidos si se consideraba que no se ajustaban a los valores del régimen.
  3. Represión Cultural y Lingüística: A pesar de la rica diversidad lingüística y cultural de España, el régimen franquista promovió una visión uniforme y centralizada de la «españolidad». Lenguas como el catalán, el gallego y el euskera (vasco) fueron reprimidas. Se prohibió su uso en la educación, la administración y los medios de comunicación. Las celebraciones y tradiciones culturales específicas de las regiones también enfrentaron restricciones.
  4. Persecución de Minorías: Al igual que los regímenes totalitarios en otras partes de Europa, el franquismo tenía visiones conservadoras y estrictas sobre la moralidad. Los homosexuales, por ejemplo, fueron perseguidos y encarcelados bajo leyes que criminalizaban «actos inmorales».
  5. Política de Olvido: Tras la muerte de Franco en 1975 y la transición a la democracia, hubo un pacto tácito, conocido como el «pacto del olvido», para no investigar o castigar los crímenes del franquismo. Aunque en las últimas décadas ha habido movimientos para recuperar la memoria histórica y reconocer a las víctimas del régimen, este es un ejemplo de cómo el intervencionismo negativo puede continuar incluso después de que un régimen represivo haya terminado.

Estos ejemplos muestran cómo el régimen franquista intentó moldear y controlar la sociedad española de acuerdo con su ideología, reprimiendo activamente las voces y culturas que no se alineaban con su visión.

Segunda respuesta: el abstencionismo

El abstencionismo, como respuesta ante las necesidades y demandas sociales, sugiere una actitud pasiva o no intervencionista del Estado frente a las dinámicas de la economía y sociedad. Esta postura tiene sus raíces en el liberalismo clásico del siglo XIX, donde se concebía al Estado como un mero observador del «libre juego» del mercado, sin intervenir en sus resultados o consecuencias.

En este enfoque, las repercusiones del mercado no son responsabilidad del Estado, sino que recaen directamente sobre el individuo. En otras palabras, si un individuo no puede adaptarse o prosperar en el sistema económico existente, es su propia responsabilidad adaptarse o buscar soluciones, sin esperar que el Estado intervenga para corregir o equilibrar las desigualdades o injusticias que puedan surgir.

El resultado de este enfoque es que la intervención estatal en asuntos económicos y sociales es mínima o nula. En lugar de que el Estado actúe como regulador o proveedor de servicios y bienestar, se espera que cada individuo sea autónomo y autosuficiente, manejando por sí mismo los desafíos que presente el sistema económico.

Es importante destacar que esta perspectiva puede tener consecuencias significativas, especialmente para aquellos que están en desventaja o son más vulnerables en la sociedad. Sin una red de seguridad o intervención estatal, estos individuos pueden quedar marginados o enfrentar mayores desafíos en comparación con aquellos que tienen más recursos o ventajas dentro del sistema.

Un ejemplo de abstencionismo en España se puede encontrar en el siglo XIX, durante la implementación de las ideas liberales. En este período, el Estado adoptó una postura de no intervención en ciertas áreas de la economía y la sociedad, permitiendo que las fuerzas del mercado actuaran libremente, con poca o ninguna regulación.

El Estado liberal del siglo XIX promovió la privatización de muchos activos y servicios que anteriormente estaban bajo control estatal o comunal. Esto llevó a una concentración de la propiedad y la riqueza en manos de unos pocos, mientras que amplios sectores de la sociedad, como los trabajadores y campesinos, enfrentaban condiciones difíciles sin un sistema de protección o apoyo estatal adecuado.

Esta política de no intervención fue especialmente notable en el ámbito agrario. Las Desamortizaciones, que fueron series de leyes y medidas llevadas a cabo principalmente en el siglo XIX, resultaron en la venta de tierras comunales y propiedades eclesiásticas a inversores privados. Aunque estas medidas buscaban modernizar y liberalizar la economía agraria, en la práctica resultaron en la concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos y la aparición de grandes masas de jornaleros sin tierra.

En las ciudades, el crecimiento industrial también estuvo en gran parte no regulado, lo que llevó a condiciones de trabajo precarias para muchos trabajadores. El Estado no intervenía activamente para establecer condiciones laborales justas o proteger a los trabajadores.

Por supuesto, hacia finales del siglo XIX y principios del XX, el movimiento obrero y otras reivindicaciones sociales comenzaron a presionar por una mayor intervención estatal para corregir las desigualdades y mejorar las condiciones de vida. Pero durante una buena parte del siglo XIX, el abstencionismo estatal, en línea con los principios liberales de la época, tuvo un impacto significativo en la estructura económica y social de España.

Tercera respuesta: el intervencionismo positivo

Frente a las necesidades emergentes, el intervencionismo positivo emerge como una propuesta. Esta visión, en contraposición directa al liberalismo, propone una intervención activa y reflexiva en la vida colectiva. Se basa en la idea de que, a través de la razón humana, es posible intervenir y mejorar las situaciones de necesidad que se presentan en una comunidad o sociedad.

El intervencionismo tiene múltiples orígenes y no se manifiesta de la misma forma en todos los países. Sin embargo, es posible identificar algunos factores comunes en su surgimiento: la influencia de valores religiosos, la acción del humanitarismo, la participación de movimientos sindicales y diversas propuestas políticas y sociales.

Europa, desde el siglo XIX, ha sido testigo de una evolución hacia un mayor protagonismo del Estado en atender y regular las necesidades sociales. A través de su intervención, el Estado no solo satisface demandas concretas, sino que también respalda su papel y autoridad en la sociedad. Al atender eficazmente las necesidades, se reduce la tensión social y se refuerza la legitimidad estatal.

Es crucial entender que estas respuestas a las necesidades no son etapas sucesivas que reemplazan a las anteriores. De hecho, pueden coexistir, y dependiendo de la situación, una puede ser más aplicable que otra. Es evidente en la variedad de soluciones que diferentes países adoptan ante problemas similares. Sin embargo, en la actualidad, la tendencia dominante en los países occidentales de Europa tiende hacia el intervencionismo positivo.

Uno de los ejemplos más claros de intervencionismo positivo en España es el desarrollo del Estado del bienestar tras la transición a la democracia. La Constitución Española de 1978 establece una serie de derechos y deberes para los ciudadanos y garantiza una serie de servicios públicos en áreas como la educación, la sanidad o las pensiones.

A lo largo de las décadas, y especialmente durante los años 80 y 90, España desarrolló una amplia red de servicios sociales, sistemas de protección para el desempleo, políticas de vivienda, etc. Todo ello con el objetivo de garantizar una calidad de vida adecuada a todos sus ciudadanos y de corregir las desigualdades y carencias que pudieran surgir.

El Sistema Nacional de Salud, por ejemplo, garantiza la asistencia sanitaria a todos los ciudadanos independientemente de su situación económica. En el ámbito de la educación, se estableció la educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años, y se han implementado distintos programas de becas y ayudas para garantizar el acceso a la educación superior.

Sin embargo, el intervencionismo positivo no está exento de críticas y ha sido objeto de debate político y social. Mientras que algunos argumentan que es necesario para garantizar la igualdad de oportunidades y proteger a los más vulnerables, otros consideran que puede ser contraproducente, limitar la libertad individual o generar dependencia del Estado.

No obstante, la tendencia general en España, como en la mayoría de los países europeos occidentales, ha sido hacia un intervencionismo positivo, buscando el equilibrio entre la protección social y la libertad y responsabilidad individual.

Los objetivos de la intervención social

Así como las respuestas a las necesidades pueden coexistir, de igual manera ocurre con lo que Demetrio Casado y Encarna Guillén definen como los objetivos de la intervención social. Dependiendo de las circunstancias, puede priorizarse un objetivo sobre otro. Según estos autores, los objetivos principales son:

  • Asistencia: Este objetivo busca mitigar los efectos más severos de una situación sin necesariamente abordar sus causas raíz. Históricamente, la asistencia ha sido el principal medio de intervención social en sociedades occidentales. Un ejemplo claro es el apoyo brindado a personas en situación de calle o la entrega de alimentos a comunidades desfavorecidas. Mientras esta modalidad puede estar disminuyendo a nivel nacional en algunos lugares, todavía es dominante en la esfera internacional, como en el caso de ayuda humanitaria tras catástrofes naturales.
  • Rehabilitación: Este enfoque va más allá de la mera asistencia y aspira a restituir a la persona o comunidad a un estado de «normalidad» o al menos a una situación previa mejor. Por ejemplo, después de una guerra, no solo se busca brindar ayuda inmediata, sino también reconstruir la infraestructura y apoyar a las personas a retomar sus vidas. Originalmente centrado en la rehabilitación física o psicológica, este objetivo ha evolucionado para abordar una amplia gama de desafíos sociales, buscando estabilidad y bienestar en diversos campos.
  • Prevención: Es la propuesta más reciente y ambiciosa. La prevención busca anticipar y evitar problemas antes de que ocurran, en lugar de simplemente tratar sus consecuencias. Por ejemplo, en lugar de solo tratar enfermedades como la diabetes, se implementan programas educativos sobre estilos de vida saludables para prevenir su aparición. Es la intervención más extensa y su alcance puede ser un poco difuso. Sin embargo, dada su naturaleza proactiva, la prevención se está convirtiendo en el enfoque más deseado, ya que puede abordar incertidumbres y potencialmente reducir la necesidad de intervenciones más costosas en el futuro.
¿Se puede decir que la intervención social es una forma de comprar paz social?

Sí, se puede afirmar que la intervención social es una herramienta que contribuye a la «paz social». La intervención social busca, entre otras cosas, atender y minimizar desigualdades, injusticias y tensiones existentes en la sociedad. Al abordar estas cuestiones, se reducen potenciales focos de conflictos y se promueve un ambiente más armónico.

Aquí algunas razones que respaldan esta perspectiva:

  1. Equidad y Justicia: Al proporcionar recursos y apoyo a quienes más lo necesitan, la intervención social busca nivelar el campo de juego, permitiendo que más personas tengan acceso a oportunidades y un nivel de vida adecuado.
  2. Prevención de Conflictos: Al abordar problemas en sus etapas iniciales o incluso antes de que surjan, como es el caso de las intervenciones preventivas, se pueden evitar conflictos mayores en el futuro.
  3. Rehabilitación y Reintegración: Programas dirigidos a rehabilitar a individuos, como exconvictos o personas con adicciones, buscan reintegrarlos en la sociedad de manera productiva, reduciendo la posibilidad de reincidencia o de que caigan en ciclos de violencia o delincuencia.
  4. Promoción de la Cohesión Social: La intervención social también puede tener un enfoque comunitario, promoviendo la cohesión social y fortaleciendo los lazos comunitarios. Comunidades fuertes y unidas son menos propensas a conflictos internos.
  5. Educación y Conciencia: Muchas intervenciones sociales tienen un componente educativo, buscando concienciar sobre ciertos temas o enseñar habilidades y conocimientos específicos. Una población educada y consciente es más propensa al diálogo y menos susceptible a conflictos basados en malentendidos o desinformación.
  6. Atención a Grupos Vulnerables: Al centrarse en las necesidades de los grupos más vulnerables o marginados de la sociedad, la intervención social asegura que sus voces sean escuchadas y que sus necesidades sean atendidas, lo que puede evitar tensiones y conflictos.

En resumen, la intervención social, al abordar y mitigar problemas y desigualdades en la sociedad, contribuye a la paz social al promover ambientes más justos, equitativos y cohesivos.

LA SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES

Las necesidades sociales, aunque constantes, poseen una naturaleza cambiante y evolutiva. Esto explica por qué, a lo largo del tiempo, las estrategias para abordar y responder a estas necesidades han experimentado variaciones. Estas respuestas varían entre diferentes sociedades e incluso dentro de una misma sociedad, dependiendo de la específica necesidad que se esté tratando.

Históricamente, tres principales agentes han asumido la responsabilidad de atender estas necesidades: el Estado, el Mercado y el Tercer Sector. Este último engloba desde iniciativas de autoayuda hasta acciones organizadas por entidades voluntarias. García Roca (1992) afirma que en las sociedades industriales, la estructura encargada de la satisfacción de necesidades y la asignación de recursos es triangular, interrelacionando Estado, mercado y grupos primarios. La combinación específica de estos define las diversas políticas sociales.

El sector público

La intervención del sector público en la acción social ha evolucionado para ser un pilar en el manejo y regulación de las necesidades sociales. Inicialmente, se encargaba de supervisar y regular los esfuerzos de otros, pero se ha transformado en un actor directo en la provisión de servicios sociales, especialmente dentro del modelo del Estado de Bienestar. Esta transición no sólo ha elevado la participación del gobierno en la provisión de servicios sociales, sino que también ha expandido los derechos de los ciudadanos.

Walker (1984) identifica varias ventajas de la provisión pública de bienes y servicios sociales, incluyendo la promoción de un fin social, la distribución basada en la necesidad social en lugar de la economía, y la contrarrestación de las desigualdades generadas por la empresa capitalista. No obstante, la eficacia del sector público no es incuestionable. A menudo se enfrenta a críticas y es visto como mejorable, con llamados para una mayor participación de otros sectores para aumentar la eficiencia y calidad de los servicios.

El papel del sector público en la acción social ha evolucionado con el tiempo. Inicialmente, este sector se centraba en regular y supervisar otras formas de atención a las necesidades, como la beneficencia privada. Sin embargo, con el tiempo, ha pasado a ser un protagonista directo en la atención y respuesta a estas demandas sociales.

El surgimiento del Estado de bienestar amplió el papel del Estado en la acción social, otorgándole la autoridad de supervisar y regular diferentes modalidades de respuesta a las necesidades, ya sea desde el mercado o el Tercer Sector. Además, este protagonismo se ha reforzado con colaboraciones con el sector privado, mediante subvenciones y exenciones fiscales.

Existen varias razones por las que se favorece la intervención pública en la provisión de bienes y servicios sociales:

a) Prioriza el bienestar colectivo sobre el interés individual. b) Facilita un control democrático de los servicios. c) Los servicios se distribuyen basándose en la necesidad social y no en criterios estrictamente económicos. d) Asegura la regularidad y eficiencia de los servicios. e) Puede contrarrestar las desigualdades creadas por el sistema capitalista.

De esta manera, el Estado se responsabiliza en gran medida de asegurar la estabilidad económica, garantizando un reparto equitativo de la riqueza y un nivel adecuado de empleo. A su vez, busca proteger a aquellos que podrían verse afectados por el mercado, validando su intervención en el ámbito económico y social.

La actuación del Estado en la atención a las necesidades representa un avance en el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos. Se amplía así la protección, más allá de los derechos civiles y políticos tradicionales, respondiendo a las nuevas demandas surgidas tras la Revolución Industrial.

No obstante, la intervención pública no está exenta de críticas. Si bien es el principal responsable de satisfacer las necesidades, es esencial que sus acciones estén sujetas a control y escrutinio. Además, es fundamental considerar otras formas de gestión, que puedan mejorar la calidad de los servicios públicos.

En respuesta a los desafíos que enfrenta el Estado, se propone una mayor participación de otros agentes de bienestar, ya sea del mercado o del Tercer Sector. Este enfoque pluralista busca romper el casi monopolio que el Estado ha mantenido en la acción social.

Finalmente, a pesar de la creciente participación de otros sectores, sigue siendo imprescindible la responsabilidad de la intervención pública en bienestar, garantizando que todos los agentes actúen en beneficio colectivo.

Ejemplo: En el sistema de salud de muchos países, el papel del sector público es evidente. Por ejemplo, el sistema de salud de España es financiado en gran parte por el Estado y proporciona atención gratuita a sus ciudadanos. Sin embargo, también se ha abierto espacio para la participación del sector privado, a través de hospitales y seguros médicos privados, y del tercer sector, con organizaciones no gubernamentales que ofrecen atención especializada. Aunque el Estado sigue siendo el principal proveedor, se reconoce la necesidad de colaboración intersectorial para una atención integral.

Por otro lado, es fundamental reconocer que el papel del sector público no es infalible; es esencial que las intervenciones estatales se sometan a escrutinio y control por parte de los ciudadanos, garantizando la eficiencia y equidad en la provisión de bienes y servicios. La diversificación en la atención a las necesidades, implicando no solo al Estado sino también a otros actores, refuerza el sistema y garantiza un enfoque más holístico y efectivo en la acción social.

El mercado

El mercado juega un papel significativo en la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. Sin embargo, su naturaleza lucrativa y orientada al beneficio plantea desafíos en el contexto de los servicios sociales, donde la humanidad y la empatía son fundamentales. En un sistema capitalista, el mercado facilita la provisión de bienes y servicios, incluyendo aquellos relacionados con el bienestar social. Se basa en una transacción de intercambio donde la calidad y el valor de los servicios son, en teoría, reflejados en los precios.

Aunque el mercado es esencial para la economía, enfrenta críticas en el ámbito de los servicios sociales. La búsqueda de beneficios puede no siempre alinearse con la entrega de servicios de alta calidad, especialmente en situaciones donde los costos son elevados y los beneficios inciertos. Los impactos sociales y ecológicos de las acciones del mercado a menudo no se consideran en la ecuación de costos y beneficios. Además, el mercado puede no ser eficaz para proporcionar «bienes públicos» como la educación y la salud, donde los costos pueden superar los beneficios directos.

La privatización ha ganado terreno, con el sector privado desempeñando un papel creciente en la provisión de servicios que anteriormente eran responsabilidad del Estado. Esto ha llevado a una recapitalización del capitalismo y ha proporcionado nuevos mercados para el sector privado.

Los profesionales en el ámbito de los servicios sociales se encuentran en una encrucijada. La transición de una cultura de administración pública a una orientada al mercado exige adaptaciones significativas. La medición del valor y la efectividad en términos de beneficios y competitividad plantea dilemas éticos y prácticos. El mercado es una entidad poderosa en la provisión de servicios. Sin embargo, para que sea efectivo y justo en el contexto de los servicios sociales, se requiere una regulación adecuada, una visión ética y un compromiso con el bienestar colectivo más allá de los beneficios monetarios. La colaboración entre el sector público, privado y el tercer sector puede ser la clave para equilibrar la eficiencia, la equidad y la calidad en la entrega de servicios sociales.

Ejemplo: El Rol del Mercado en la Sanidad

Contexto:
La sanidad es uno de los pilares fundamentales para el bienestar de cualquier sociedad. En muchos países, la salud es vista como un derecho fundamental y, por lo tanto, su acceso y calidad son cuestiones de interés público. Sin embargo, el modo en que se presta atención médica varía ampliamente, desde sistemas de salud completamente públicos hasta mercados de salud predominantemente privados.

El modelo privado:
Imaginemos un país, Sanitaria, donde el sistema de salud es predominantemente privado. Los hospitales, clínicas y otros proveedores de servicios médicos operan como empresas, buscando obtener beneficios.

Ventajas:

  1. Innovación: Al estar orientados al beneficio, los hospitales y clínicas en Sanitaria están constantemente buscando innovaciones que atraigan a más pacientes, ya sea invirtiendo en tecnología de punta, formando alianzas con especialistas de renombre o creando paquetes de salud personalizados.
  2. Eficiencia: Debido a la competencia, los hospitales buscan ser lo más eficientes posible, minimizando los gastos y maximizando la calidad.
  3. Opciones para el consumidor: Los pacientes en Sanitaria tienen una amplia variedad de opciones en cuanto a médicos, especialidades y tratamientos.

Desafíos:

  1. Accesibilidad: La atención médica en Sanitaria puede ser costosa, lo que significa que aquellos sin seguros médicos adecuados o sin suficientes recursos financieros podrían no tener acceso a la atención que necesitan.
  2. Calidad variable: Si bien algunos hospitales ofrecen servicios de alta calidad, otros pueden sacrificar la calidad en favor de los beneficios.
  3. Falta de prevención: Al estar orientado al tratamiento, el modelo de Sanitaria puede pasar por alto la prevención, que no siempre es tan rentable como el tratamiento.

El papel del Estado:
Ante estos desafíos, el gobierno de Sanitaria decide intervenir. Implementa regulaciones para asegurarse de que todos los hospitales cumplan con un estándar mínimo de atención. Además, subsidia el seguro médico para las poblaciones vulnerables, garantizando que todos tengan acceso a atención médica básica.

Conclusión:
El mercado puede desempeñar un papel en la provisión de atención médica, ofreciendo innovación y eficiencia. Sin embargo, la naturaleza esencial de la salud requiere que el Estado desempeñe un papel regulador, asegurando que la atención médica esté disponible para todos, independientemente de su capacidad económica.

El tercer sector

El Tercer Sector, compuesto por organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles, fundaciones y otros grupos sin ánimo de lucro, ha sido a menudo considerado como un actor reciente en la escena social y económica. Sin embargo, al observar la historia, se descubre que su influencia y presencia han sido cruciales durante mucho tiempo. Desde este punto de vista, podemos señalar al menos, dos formas ya existentes de hacer frente a las necesidades:

La auto-provisión y ayuda mutua

La auto-provisión y la ayuda mutua son conceptos fundamentales en el panorama de la asistencia social, y aunque puedan parecer soluciones ‘simples’ en contraposición a las intervenciones más estructuradas del Estado o del mercado, poseen una rica historia y un potencial transformador.

La Familia como Pilar de Auto-provisión:
Desde tiempos inmemoriales, la familia ha sido el principal soporte en momentos de crisis, brindando apoyo emocional, financiero y físico a sus miembros. Es una red inmediata de apoyo que se activa naturalmente ante situaciones adversas. El arraigo cultural y social de la familia como unidad primaria de apoyo sigue siendo relevante incluso en el mundo moderno.

Grupos de Ayuda Mutua y Autoayuda:
Los grupos de ayuda mutua son una evolución comunitaria de la auto-provisión. Estos grupos, a menudo formados por individuos que enfrentan desafíos similares (como enfermedades crónicas, discapacidades o traumas), ofrecen un espacio de apoyo, entendimiento y empatía. Estas agrupaciones no solo ofrecen apoyo emocional, sino que también pueden desempeñar un papel activo en la promoción de derechos y en la presión hacia la creación de políticas públicas más inclusivas.

Beneficios de la Auto-Provisión y Ayuda Mutua:

  1. Reconocimiento del Valor Comunitario: Estas modalidades destacan la importancia de la comunidad en la vida de los individuos. Al compartir problemas y soluciones, los miembros de la comunidad se empoderan mutuamente.
  2. Reducción de la Estigmatización: Los grupos de autoayuda y ayuda mutua proporcionan un espacio seguro donde los individuos pueden compartir sus experiencias sin temor al juicio.
  3. Efectividad en el Abordaje de Problemas Específicos: Estos grupos, al estar compuestos por individuos que han vivido experiencias similares, a menudo poseen una comprensión más profunda de ciertos problemas y, por lo tanto, pueden ofrecer soluciones más adaptadas y efectivas.
  4. Presión Política: Los grupos organizados de autoayuda y ayuda mutua pueden ejercer presión sobre los organismos gubernamentales y otros entes para reconocer y abordar problemas específicos, logrando cambios a nivel de políticas públicas.

Desafíos y Consideraciones Futuras:
Aunque la auto-provisión y la ayuda mutua tienen muchos beneficios, también enfrentan desafíos. La dependencia exclusiva de estas modalidades puede dejar vacíos en la provisión de servicios, especialmente en áreas donde se requiere intervención especializada. Además, estas modalidades pueden no ser accesibles para todos, especialmente en comunidades marginadas o en situaciones de extrema pobreza. Por ello, es esencial que la auto-provisión y la ayuda mutua se vean complementadas, y no reemplazadas, por intervenciones estatales y del mercado.

En conclusión, la auto-provisión y la ayuda mutua son modalidades esenciales que refuerzan el tejido social y comunitario, y su relevancia y potencial no deben ser subestimados en el panorama de la satisfacción de necesidades y el bienestar social. Es imperativo que se reconozcan y se integren en un marco más amplio de asistencia social, complementando las intervenciones de otros sectores.

La donación

La donación, como práctica inherente a la humanidad, se ha transformado y adaptado a lo largo del tiempo, resonando de manera diversa en diferentes eras y contextos. En la actualidad, la donación se encuentra en una encrucijada entre la tradición y la modernidad, el altruismo y la estrategia, y lo individual y lo colectivo.

Transformación y Modernización: El acto de donar, intrínsecamente ligado a la caridad y la generosidad, ha experimentado una transformación significativa. Las instituciones formales han surgido como canales principales para organizar y distribuir donaciones, dando lugar a una estructura más sistemática y formalizada.

Religión y Estado: La religión ha sido una fuerza motriz detrás de las donaciones, pero en la era contemporánea, el Estado también ha asumido un rol prominente. La intersección entre la religión, el Estado y la filantropía es una dinámica compleja que se despliega de manera diferente en diferentes contextos geopolíticos y culturales.

El Impacto de la Fiscalidad: La legislación fiscal ha asumido un papel crítico en moldear la naturaleza de las donaciones. La forma en que se gravan y se incentivan las donaciones puede influir significativamente en la disposición de individuos y corporaciones para contribuir.

La Corporatización de la Donación: Las empresas y organizaciones están desempeñando un papel cada vez más prominente en el ámbito de las donaciones. Con el advenimiento de la responsabilidad social corporativa, la donación se ha convertido en una herramienta estratégica para construir una imagen positiva y para contribuir a la sociedad.

Retos y Oportunidades: La donación enfrenta desafíos inherentes, especialmente en relación con la ética y la autenticidad. Mientras que las donaciones pueden ser un medio poderoso para abordar desigualdades y necesidades, también se entrelazan con preguntas sobre la motivación, la distribución equitativa y el impacto a largo plazo.

Conclusión: La donación, en sus múltiples formas y manifestaciones, sigue siendo un pilar de la solidaridad humana. Navegar en su complejidad y potencial requiere un enfoque multifacético que considere aspectos éticos, sociales, económicos y políticos. En la convergencia de lo tradicional y lo moderno, la donación puede ser una fuerza poderosa para el cambio, la equidad y el bienestar humano.

REFERENCIAS

  • Alemán Bracho, C.., Alonso Seco, J.M.. and Fernández Santiago, P.. (2010) Fundamentos de servicios sociales. Valencia: Tirant lo Blanch.

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